jueves, 21 de agosto de 2014

Todos contra todos

 
A veces nos preguntamos qué le está pasando al mundo. Por qué tanto sufrimiento innecesario, tanto odio, tanta codicia.

El mundo al revés nos invita a seguir unos patrones de comportamiento hacia nuestros semejantes que nos aíslan unos de otros. Nos vuelve desconfiados, individualistas y defensivos. El principio de acción – reacción está en funcionamiento casi permanente. Si lo que recibo de la sociedad es negativo, lo que doy es negativo y así sucesivamente. Pongámosle cara con dos ejemplos, aunque podrían ser muchos más:

No siempre, pero en muchas ocasiones el presidente de la empresa humilla a sus altos ejecutivos, que hacen lo mismo con los jefes de área, que hacen lo mismo con los empleados, que hacen lo mismo con los becarios, que hacen lo mismo con sus conocidos que no encuentran trabajo.

No siempre, pero en muchas ocasiones el español rico desprecia al español de clase media de su misma ciudad, quien desprecia el español de ámbito rural, quien desprecia al camarero argentino del bar del pueblo, quien regresa a Buenos Aires y desprecia al vendedor de ropa peruano, quien regresa a Lima y desprecia al cocinero de la selva peruana, quien regresa a su tierra y desprecia  a los indígenas de la zona.

No siempre, pero en muchas ocasiones toda persona que desprecia a los demás por un motivo u otro, en algún momento se queja de que alguien le hizo exactamente lo mismo. Los ejemplos pueden ser múltiples. Y no tienen por qué ser desde arriba hacia abajo, sino que la filosofía de todos contra todos hace su recorrido de manera circular provocando un efecto dominó que se repite una y otra vez: hoy le hago un mal a alguien (ya sea por acción u omisión) y mañana alguien me hace lo mismo mí, o a mi familia… así sucesivamente.

Podemos seguir en esta dirección toda la vida o darle la vuelta a esta realidad insostenible. Ni siquiera aquellos que tienen “éxito” según los patrones de la sociedad actual son completamente felices, y en muchas ocasiones terminan entiendo que la felicidad reside en las cosas más simples. ¿No es el momento de decir basta? ¿No será más fácil respetarnos, comprendernos y ayudarnos? ¿No somos capaces de entender que la filosofía de todos contra todos no beneficia a nadie? Es el momento, es más fácil y sí, somos capaces.

¿Y… qué podemos hacer? ¿Por dónde empezar? Una sociedad en paz no es un punto de llegada. ¡Es un punto de partida! Si quieres que reine la paz en el mundo debes tener paz en tu entorno; y para que la paz reine en tu entorno, debes primero vivirla en tu corazón. Ya tenemos el primer paso para acabar con el "todos contra todos". Tan sólo hay que seguir caminando. ¿Comenzamos?


Alfonso Basco
www.culturadesolidaridad.org

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